Hacia finales de marzo le sugerí al Papa Francisco que quizá era un buen momento para dirigirse al mundo de habla inglesa. La pandemia que tanto había afectado Italia y España llegaba también al Reino Unido, los Estados Unidos, y Australia. Sin prometer nada, me pidió que le enviara las preguntas. Elegí seis temas: cada uno incluía una serie de preguntas que él podía contestar (o no) como le pareciera mejor. Después de una semana recibí una comunicación de que había grabado unas reflexiones en torno a mis preguntas. La entrevista fue en español, y esta disponible en ingles.
La primera pregunta fue sobre cómo estaba viviendo la pandemia y encierro, tanto él en la Casa Santa Marta como el Vaticano en general, tanto en lo práctico como en lo espiritual.
Papa Francisco: La Curia trata de sacar adelante el trabajo, de vivir normalmente, organizándose por turnos para que no toda la gente esté junta en el mismo momento. Una cosa bien pensada. Mantenemos las medidas establecidas por las autoridades sanitarias. Aquí en Casa Santa Marta se han hecho dos turnos de comida, que ayudan bastante a aliviar el impacto. Cada uno trabaja en su oficina o desde su habitación con medios digitales. Todo el mundo está trabajando; aquí no hay ociosos.
¿Cómo lo vivo yo espiritualmente? Rezo más, porque creo que debo hacerlo, y pienso en la gente. Es algo que me preocupa: la gente. Pensar en la gente a mi me unge, me hace bien, me saca del egoísmo. Por supuesto tengo mis egoísmos: el martes viene el confesor, o sea que ahí arreglo las otras cosas.
Pienso en mis responsabilidades de ahora y ya para el después. ¿Cuál va a ser mi servicio como obispo de Roma, como cabeza de la iglesia, en el después? Este después ya empezó a mostrar que va a ser un después trágico, un después doloroso, por eso conviene pensar desde ahora. Se ha organizado a través del Dicasterio del Desarrollo Humano Integral una comisión que trabaja en esto y se reúne conmigo.
La gran preocupación mía - al menos la que siento en la oración - es cómo acompañar al pueblo de Dios y estarle más cercano. Este es el significado de la misa de las siete de la mañana en livestreaming, que mucha gente sigue y se siente acompañada; de algunas intervenciones mías, y del acto del 27 de marzo en la plaza de San Pedro. Y de un trabajo bastante intenso a través de la Limosnería Apostólica, de presencia para acompañar las situaciones de hambre y enfermedad.
Estoy viviendo este momento con mucha incertidumbre. Es un momento de mucha inventiva, de creatividad.
En la segunda pregunta, me referí a una novela italiana del siglo XIX muy querida a Francisco, y mencionada por él recientemente: “I Promessi Sposi” (Los novios) de Alessandro Manzoni. El drama de la novela se centra en la peste de Milán de 1630. Hay varios personajes del clero: el cura cobarde Don Abundio, el santo cardenal arzobispo Borromeo, y los frailes capuchinos que sirven en el “lazareto”, una especie de hospital de campaña donde los contagiados son rigurosamente separados de los sanos. A la luz de la novela, ¿cómo veía el Papa la misión de la Iglesia en el contexto de la enfermedad Covid-19?
Papa Francisco: El Cardenal Federico Borromeo realmente es un héroe de esa peste de Milán. Pero en uno de los capítulos se dice que pasó a saludar a un pueblo pero con la ventanilla del carruaje cerrada, quizá para protegerse. A la gente no le cayó muy bien. El pueblo de Dios necesita que el pastor esté cerca, que no se cuide demasiado. Hoy el pueblo de Dios necesita el pastor muy cerca, con la abnegación que tenían los capuchinos, que estaban cerca.
La creatividad del cristiano se tiene que manifestar en abrir horizontes nuevos, en abrir ventanas, abrir trascendencia hacia Dios y hacia los hombres, y redimensionarse en la casa. No es fácil estar encerrado en la casa. Me viene a la mente un verso de la Eneida en medio de la derrota: el consejo de no bajar los brazos. Resérvense para mejores tiempos, porque en esos tiempos recordar esto que ha pasado nos ayudará. Cuídense para un futuro que va a venir. Y cuando llegue ese futuro, recordar lo que ha pasado les va a hacer bien.
Cuidar el ahora, pero para el mañana. Todo esto con la creatividad. Una creatividad sencilla, que todos los días inventa. Dentro del hogar no es difícil descubrirla. Pero no huir, escaparse en alienaciones, que en este momento no sirven.
La tercera pregunta fue sobre las políticas del estado en respuesta a la crisis. Mientras la cuarentena masiva ha sido una señal de que algunos gobiernos están dispuestos a sacrificar el bienestar económico para el beneficio de los vulnerables, igualmente pone al descubierto el nivel de exclusión que antes se consideraba normal y aceptable.
Papa Francisco: Es cierto, algunos gobiernos han tomado medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a la población. Pero nos vamos dando cuenta de que todo nuestro pensamiento, nos guste o no nos guste, está estructurado en torno a la economía. En el mundo de las finanzas parece que es normal sacrificar. Una política de la cultura del descarte. Desde el principio al fin. Pienso, por ejemplo, en la selectividad prenatal. Hoy día es muy difícil encontrar personas con síndrome de Down por la calle. Cuando la tomografía los ve, los mandan al remitente. Una cultura de la eutanasia, legal o encubierta, en que al anciano se le dan las medicinas hasta un cierto punto.
Me viene a la mente la encíclica del Papa Pablo VI, la Humanae Vitae. La gran queja de los pastoralistas de la época se centraba en la píldora. Y no se dieron cuenta de la fuerza profética de esa encíclica, que era adelantarse al neomaltusianismo que se venía preparando para todo el mundo. Es una alerta de Pablo VI ante esa onda de neomaltusianismo. Lo vemos en la selección de la gente según la posibilidad de producir, de ser útil: la cultura del descarte.
Los sin techo siguen siendo sin techo. Salió una fotografía el otro día de Las Vegas donde eran puestos en cuarentena en una plaza de estacionamiento. Y los hoteles estaban vacíos. Pero un sin techo no puede ir a un hotel. Ahí se ve ya en funcionamiento la teoría del descarte.
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